Living in [affirmative] ruins!
Este año atenderemos por tercer y último año consecutivo la cuestión de las ruinas contemporáneas, esas extrañas presencias a menudo inobservadas. Durante estos dos años, estos objetos descartados han sido el contexto sobre el que han pivotado tanto los enunciados como las reflexiones del curso. Además, nuestros horizontes teóricos oscilaron entre la ecología política y algunas perspectivas materia-listas y/o feministas preocupadas por la construcción de un mundo común.
Para este curso confiaremos de nuevo en la utilidad de la discusión en torno a asuntos como la materia, los afectos, la alteridad y las ecologías de prácticas para la definición de nuevas aproximaciones profesionales más sensibles a las peculiaridades del planeta Tierra y del momento que vivimos.
Recientemente, la filósofa belga Isabelle Stengers nos avisaba de que el reto para las generaciones futuras sería aprender a vivir entre las ruinas. Para ella, todo alrededor se explica a partir de los procesos de deterioro de algo que en su momento fue imaginado como firme, estable y profundamente humano. Aunque en un primer momento aplaudimos su razonamiento, una mirada más sosegada nos hace sospechar de una cierta nostalgia por la vieja Europa y la dificultad para escapar al esquematismo del pensamiento crítico. Sabemos que los rápidos cambios que aporta el progreso a los modos de vida humanos hacen obsoleta una gran cantidad de restos materiales poco útiles para sus fines, pero no por esto debemos simplificar su capacidad de agencia y las alternativas de vida que nos ofrecen.
Las ruinas cuestionan la idea de progreso ilimitado, aquella visión heredada de la Ilustración sobre la que se fundamentan una parte importante de nuestras prácticas arquitectónicas. Las ruinas modernas ponen en tensión conceptos como la estabilidad, lo heredado, la duración, el tiempo lineal, la claridad formal, la función, lo ideológicamente correcto o lo estéticamente aceptado. A cambio, reclaman la atención
por lo desfasado y fracasado, lo redundante, lo trivial y mundano, lo victimizado y superfluo, lo no-intencional y no programado, los cuidados y la. Pero también la capacidad emergente de la materia, la desobediencia de los edificios descartados, su capacidad para acoger nuevas maneras de estar juntos o la vida y la muerte tal y como ocurren al margen de la planificación exhaustiva propuesta por la Modernidad son asuntos interesantes que abordaremos colectivamente.
Aceptar que vivimos en un mundo en ruinas nos confronta con la enormidad material de
lo que tenemos a mano, inserto en un proceso dinámico de transformación. También supone aceptar ciertos riesgos. La enormidad de las ruinas contrasta con la enormidad de sus posibilidades. La ruina es el todo y la nada. De esta manera proponemos una ruina que escapa al imperativo de la rehabilitación para abrirse a un sinfín de posibilidades, en su condición de acumulación desordenada, improbable, inesperada e irrecuperable de huellas y expectativas.
Abordaremos las ruinas como entidades con un cuerpo, unas historias y una temporalidad propias especialmente útiles para poner a prueba nuestros paradigmas más consolidados. Y como una oportunidad para ensayar creativamente nuevas prácticas profesionales y nuevas formas de estar juntos en un mundo común.
En este curso pondremos el acento en la afirmativad como propuesta. Se trata del deseo de escapar de la negatividad del presente, desplazándonos más bien al ámbito de lo posible y deseable. Los trabajos especularán con estas posibilidades donde unos y otras vivan sus historias en modos alternativos.
Durante el curso, los estudiantes desarrollarán un solo ejercicio, con una parte en grupo y otra individual.